Yo, Trovador

Ariadna Díaz Rodríguez y Lucía Sánchez Calvo. 1 bachillerato B
Me encontraba sentado debajo de un árbol al lado del jardín del palacio real, entre el sonido de los pájaros cantando se escuchaba una dulce voz que iba a compás con los pájaros. Me levanté sorprendido, me subí al árbol para asomarme. Era una bella dama, de pelo rubio, tan rubio como el oro, se movía y mis ojos lo seguían. No había sentido nunca ese sentimiento tan bonito, como ella. Me dirigía hacía casa y mis pensamientos no se desviaban en otra cosa.


Mientras hacía la comida recitaba un poema que siempre me recitaba mi padre cuando me hablaba de mi madre.
Después de comer, mis impulsos hacía ella me hicieron ir a verla, pero claro, no podía ir a verla sin antes recitarle un poema.


‘’En tu mirada se forma,
la rima de esta poesía;
en tu mirada consigo,
la musa para esta poesía;
en tu mirada me pierdo,
si tus ojos me desvías;
en tu mirada me muero,
si la miro y no me mira.’’

Justo cuando terminé de escribir el poema, me dirigí hacía donde estaba antes, pero no la encontraba. Pensé que no la iba a volver a ver nunca más, mi corazón paró de latir por un momento. Desesperado, empecé a mirar hacía todos los lados, y allí, justo allí la pude ver en la ventana de su cámara. Me desesperé aún más cuando me di cuenta que no sabía como llegar a su palacio, vi a un siervo recogiendo manzanas y me aproximé a él, parecía callado sin ganas de hablar con nadie, pero mis ganas de ver a esa dama, me hicieron perder toda la vergüenza y preguntarle por ella a ese pobre y trabajador siervo.


El siervo se entregó a compañarme hacía el palacio, ya que tenía que seguir unas pautas antes de hablar con ella, en el tramo me contó su vida e historias de ese maravilloso palacio, aunque he de decir que a mí solo me interesaba historias sobre ella.


Nervioso y a la vez con ganas, llegué a la puerta y toqué para que me abrieran, tal como me indicó ese siervo. Al instante me abrió ella, de tanta belleza me quedé sin aliento, no sabía que decir ni que hacer, lo único que tenía en mi mente era aquel poema, al fin, se lo pude recitar.


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